Después de leer a Cris y a Farala, me he dado cuenta de que casi nunca escribo sobre mi padre; quizá porque la pérdida de mi madre me dolió tanto, pero también porque mi padre siempre ha sido la persona en la sombra, dejando brillar la cultura y la fuerza de mi madre. Él siempre ha sido el segundo en la pareja, el que ha llorado más, el que más cariño nos ha dado, el que se sacrificó hasta lo indecible para que pudiéramos ser lo que ahora somos.
Mi padre es el afectivo de la familia, si hay boda de una de sus hijas no sólo llora el mismo día del evento, es que se pasa una semana antes y una después absolutamente emocionado. Llora en los bautizos y yo diría que él sí que aulló cuando mi madre falleció; desapareció del mundo por mucho tiempo cuando enterramos a mi madre, no era él ni su sombra, casi ni se movía, se negó a asearse, a salir de casa y casi hasta a mirarnos a nosotras. Todo en su gesto fue dolor y trsiteza.
Ahora vuelve a sonreir poco a poco, porque tiene un nieto de 8 meses que le hace revivir, porque su nieta de 25 años le adora y le mima, porque su otro nieto, de 16 años es su colega y son uña y carne. Y porque sus hijas sentimos adoración por este hombre que repite todo veinte mil veces, que es pesado hasta decir basta, que todavía nos riñe por fumar y que siempre está dispuesto a hacernos recados, llevarnos al aeropuerto y tenernos los coches a punto siendo él quien va al garaje.
Mi padre siempre fue un guasón, tiene chispa y gracia, es guapo y coqueto. Pero lo perdió cuando se vio sin la mujer de su vida, a la que dedicaba todo el tiempo que le permitían sus dos trabajos con sus dos horarios completos. Siempre fue pobre, pero generoso, aunque ahora le tachamos de egoista porque empieza a pensar solo en él.
Mi padre es un machista de la vieja escuela, pero ahora friega los platos y a mí (que me impuse) me hace la comida y me sirve cuando voy a su casa. Con su machismo a cuestas siempre nos inculcó (junto con mi madre) que nunca dependiéramos de ningún hombre, que fuéramos independientes y listas en la vida.
Mi madre nunca aceptó mi homosexualidad, ni siquiera cuando intenté decírselo. Él tampoco, pero últimamente me está demostrando que no pudo hacerlo para no contrariar al amor de su vida. Mi madre lo bloqueó en ese sentido y ahora, libre de esa atadura mental me pregunta por lamimari y lasuM, se interesa por la salud de C., me asegura que cada persona tiene que ser feliz buscando donde sabe que está su felicidad, me dice que respeta que cada persona viva como quiera, me tienta a que le cuente qué pasa con mi vida.
Pero yo escucho, le miro y callo, porque ahora ya no es mi momento, pero no le tengo rencor, veo en sus ojos una petición de perdón que dice más que cualquier palabra.
Mi padre siempre está ahí, nunca nos ha fallado y si lo ha hecho yo no me acuerdo, lo olvidé.
Mi padre es insoportable con sus chistes y sus pesadeces, pero es adorable. Mi padre es especial.
Cuando alguien le dice que su hija Marcela es el vivo retrato físico de él, mi padre contesta rápidamente: "Noooo, ella es mucho más lista, salió a su madre".
Mi padre tiene defectos tremendos, como todo el mundo, no es perfecto y ha cometido errores; pero ante todo pone el amor por sus hijas. No se le puede reprochar nada.
Mi padre es un orgullo para mí y desearía que todas las mujeres hubiéramos tenido un padre parecido.
Te quiero, papi.
