domingo, octubre 29

EL PASEO
Me pides que te cuente qué siento cuando, en mis paseos, mojo los pies en el mar frío de octubre.
Me gustaría hacerte llegar las sensaciones tal y como yo las siento, pero al escribir todo cambia y pierde vida sin mi permiso.
Te cuento, querida, que lo primero que siento, cuando pienso en ir al mar, es una inmensa pereza. Pereza que me ancla en el sofá y me canta las excelencias de quedarme en casa dedicada, en cuerpo y alma, al privilegio del dolce far niente.
Al fin, tras una tremenda lucha que incluso dura el corto trayecto de coche hasta la playa, llego al mar y me doy cuenta del lujo que supone disfrutar de un paisaje así al lado de casa.
Me quito los playeros, subo mis ligeros pantalones de mercadillo hasta las rodillas y dejo que la primera ola me congele los pies. Después de esa primera sensación, el agua se vuelve tibia y envolvente, acaricia suavemente y no deja milímetro de mis pies sin tocar.
El paseo es casi siempre el mismo y dura, más o menos, hora y media. Los primeros treinta minutos me centro en mí misma, me hago un repaso, disfruto de encontrarme bien o me regodeo en mi desgracia.
Pero hay un momento, un segundo que yo no controlo, en que desaparezco. Es el momento en que sólo soy pies y agua, cuando el mar me rapta y me obliga a olvidarme. Es, a partir de entonces, cuando me siento libre, cuando sé que formo parte de la arena, cuando me diluyo en el agua fría, cuando me hago sal y ola y brisa. Y yo no existo, y tú tampoco, y el mundo real no es mi mundo y sólo soy agua que acaricia la arena.
Y después, despierto y, entonces, me despido del mar y saludo a Marcela, a mi fiel Marcela.

jueves, octubre 26

LA ESPERA

He vuelto a mirar el correo electrónico y no apareces por ningún lado. Mi obsesión siempre fueron los buzones; hace años, cuando no tenía ordenador siquiera, miraba varias veces al día el buzón del portal, consciente de que el cartero nunca pasa dos veces, pero esperando el milagro de una carta de amor. Hoy, parece ser, sigo tan inmadura e ilusa como entonces.
Pero no cejo en mi empeño, porque sé que en cualquier momento te dará por teclearme algo, un saludo que me saque de la rutina, una historia que me cuentes con toda la ilusión del mundo o un relato de tus últimas peripecias. Por eso sigo ante la pantalla, por eso espero, porque sé que puede que ahora mismo estés encendiendo tu ordenador, a pesar de la hora, puede que estés ya pensando las palabras que escribirás para despertar mi interés, puede que, incluso, estés nerviosa ante las letras que saldrán de tus dedos, porque, querida, puede que estés a punto de escribir el mensaje en el que me digas que me quieres.

lunes, octubre 23

FUI AL TENIS, O SSSSEA
Todos los años me doy el lujo de ir al Master Series de Madrid y todos los años vuelvo alucinada de la pijotería que conllevan ciertos eventos.
De tenis, os diré que he visto al número uno, que es increíble que haya alguien que sepa jugar así a un deporte tan difícil y bonito.
Bien, pero lo que os quiero transmitir es el ambiente que se vive. Una, que no es pija ni aunque lo intente, que es más bien tirando a estética de mercadillo, se encuentra en el tenis como marciana recién salida de la nave.
Hay gente que parece personaje, más que persona: gomina hasta en los bajos (creo yo), chaquetita de paño azul marino con botones plateados marca Tomiguilfinger (o algo parecido), paraguas Loewe negro (que digo yo que para qué coño lo quiere Loewe si es todo negro, como cualquiera), pantalón de pinzas marca quéséyo y mocasines aunque llueva que se cae el cielo.
Ahora bien, fijándonos en ellas, las del más allá (más allá de Colón quiero decir, o sea, del Barrio Salamanca), veremos una amplia gama de rubias con mechas, todas delgadas, todas morenas (aunque hayan pasado ya tres meses de la playa), todas enfundadas en trajes de marca, todas pijas, pijas, o sea pijas.
Pero he vuelto preocupada, resulta que todas ellas son rubias de bote, ellos de pelo negro con gomina, pero sus retoños son rubioooooooos sin engominar. Esto sólo puede deberse a dos cosas: una, poco probable en estos tiempos ya de vitrocerámica, que el butanero sea rubio platino; dos, más probable a la par que terrorífica, que el tinte haya pasado a los genes y todos los cachorros de familia pija lleven genéticamente el rubio con mechas dentro.
Ay, pero ya lo decía Jorge Manrique: "Nuestras vidas son los ríos/que van a dar en la mar,/que es el morir;/allí van los señoríos/derechos a se acabar/y consumir;/allí los ríos caudales,/allí los otros medianos/y más chicos,/y llegados, son iguales/los que viven por sus manos/y los ricos". En este caso, nuestras vidas son un metro, porque en el momento en que entramos en el metro: empujón al tomiguilfinger, achuche a rubiabotemechas, que si me bajo en Serrano, pero me tengo que juntar con los de la línea de Carabanchel, que otro año, Borjamari, me traes en coche, que esto huele a humano, osssssea.
Y yo, clienta de mercadillo y vecina de provincias, de familia normalita, sin paraguas de marca ni cachorros perfeccionados genéticamente, me vi inmersa en el mundo de la derechona cual mala espía y me encontré más cercana a la ecuatoriana que me enseñó a su negrísima hija recién nacida que a la rubiamechas que comentaba que había visto a Almodóvar en las gradas.
En fin, en noviembre voy al Master femenino, supongo que allí habrá menos pijoterío porque no mueve tanto el deporte de mujeres. Yo, por si acaso, ya pedí hora en la pelu y estoy mirando catálogos de loewe, ¡qué dura la vida de alta sociedad, maja, o sssssea!

lunes, octubre 16

SATISFACCIÓN PROFESIONAL
Este viernes pasado, día de puente para mucha gente, fui a dar una charla a un instituto. Iba dirigida a alumnado de 4º de la ESO y tenían que ser dos sesiones de clase seguidas, es decir casi dos horas. El tema: el sexismo en la publicidad.
Como el viaje era de tres horas, me fui el día anterior y, desde que llegué, me vi tratada en palmitas y con una sensación de estar bien que hacía mucho que no sentía ante gente desconocida. Tan bien me encontré que me dio la impresión de conocer a aquella gente desde hacía mucho.
Pero llegó el día de la charla y me desperté nerviosísima, de pronto me arrepentí de haberme metido en aquel jaleo, me reproché el tener siempre que andar metida en follones de este tipo cuando no es mi obligación y toda una serie de improperios varios que sólo estaban escondiendo mi miedo al fracaso; pánico a enfrentarme a cuarenta adolescentes desconocidos durante dos horas, horror a no saber hacerlo bien, temor a no enganchar a chicos y chicas para que luchen por la igualdad.
Pero el tema de la publicidad es muy agradecido, y entraron al trapo, y se rieron y creo que compartieron mi punto de vista. Y en los ojos de las niñas vi reconocimiento, se estaban reconociendo como mujeres y había una corriente especial en las miradas, al fin oían cómo se hablaba de ellas, ellas eran las protagonistas. Y en las caras de los chicos, de muchos de ellos, vi interés y ganas de entenderse de otro modo, o al menos curiosidad por ver las cosas de otra manera.
Espero no haber fantaseado y que todo eso que vi fuera cierto. Me acompaña desde el viernes la sensación del deber cumplido, la satisfacción personal de no haber defraudado profesionalmente a la gente tan especial que me llamó para la charla; llevo conmigo, aún, las charlas de la noche y sus risas, las sonrisas del alumnado, los abrazos de Teresa, la amabilidad y cercanía de Marián, el encanto de Gabino, la tranquilidad de Rafa y la afectividad de Juan Carlos.
Ya se fueron los nervios, no sólo no me arrepiento de haberme metido en ese berenjenal, sino que me alegro de haberme arriesgado y agradezco a toda esa gente la oportunidad que me dieron.
PD: el reportaje de Fairy, por cierto, no tiene desperdicio; los grandes cambios en nuestras vidas, son visibles ¿no? Seguimos metidas en las cocinas, vamos que, según Fairy, nuestro sitio está clarito.

miércoles, octubre 11

GANAS DE CELEBRAR
Hace mucho tiempo que guardo esta foto en mi ordenador. Me la mandó una amiga sabedora de mi afán de coleccionar fotografías curiosas; ella me dijo que era un mosaico real que está en Mijas, pero no sé qué pensar, si alguna sabe si es real, que me lo diga, por favor.
Lo que más me gusta de este caso es que quienes lo llevaron a cabo debían tener muchas ganas de celebrar algo y tuvieron el humor y la creatividad suficientes.
Es cierto, a veces, aquí y ahora no pasa nada relevante, ni nada que vaya a estar en la historia oficial, pero podemos celebrarlo igual y erigir un monumento a cada pequeño momento en el que nos encontramos bien.

viernes, octubre 6

UNA MARCELA DE 1979
El otro día, por hacer un favor, tuve que revolver entre mis apuntes de la facultad. En una de las cajas que estaba mirando me encontré con una carpeta a la que yo, bendita ingenuidad, había titulado "Top Secret". La abrí con una amplia sonrisa en mi cara y me di de bruces con un diario mío de 1979, cuando yo tenía 15 años. Ya no pude seguir buscando aquellos apuntes que me habían pedido, me senté en el trastero y leí de un tirón lo que me tenía que decir aquella Marcela adolescente, lo que tenía que recordarme a pesar de los años.
Y todavía estoy emocionada por el reencuentro, aún creo estar oyendo que no me puedo olvidar nunca de lo que fui, de lo que pensé, de lo que sufrí y de lo que disfruté.
He escaneado la portada de la libreta, ahora ya no la traspapelaré más. Me leí y me alegré de reencontrarme. Lo que más me gustó es que, a pesar de los cambios, la evolución y los años, me he reconocido.
Quiero escribir aquí algunas de las cosas que decía aquella Marcela, como homenaje a una adolescencia que fue la base de esta madurez que ahora vivo.
Una de las cosas que me hizo reír a carcajadas es que digo de mi hermana mayor, que por aquella tendría 19 años: " Ya no se puede hablar con ella, es del bando de los mayores".
Otras perlas de este diario: "Hoy es lunes, ya fui a clase, es como una cárcel". "Hago este diario porque necesito contar lo que me pasa a alguien". "Con todas estas dudas y soledades me despido por hoy". " Hoy todo el mundo me trata como una inútil". "Voy a seguir con la puta Física". "Hoy leí una definición de anarquía que me gustó". Etc.
Y así, una libreta que abarca cuatro años. Una Marcela adolescente que es como cualquier adolescente, con sus dudas, sus cosas, sus ganas de llamar la atención y de ser escuchada.
Ya está, Marcela, ya te escuché, misión cumplida.

martes, octubre 3

EL AUDITORIO
Tuviste que sentarte justo detrás de mí; en un auditorio para seiscientas personas, tuviste que venir a respirarme en la nuca.
Desde ese momento, ya no pude escuchar a nadie, mi libreta de apuntes se convirtió en un ridículo lienzo donde verter mis nervios en forma de líneas y sombreados.
Y encima, me dedicaste una sonrisa que te ilumina la mirada y a mí me deja sin respiración.
Cuando parecía que ya me calmaba, me pusiste una mano en el hombro y te acercaste para susurrarme una tontería. Sonreí para disimular la excitación que me producía tu aliento en mi oreja. No sé lo que me dijiste, todos mis sentidos se centraron en tu contacto conmigo.
Después, volviste a tu respaldo y pude, al fin, soltar el aire. Al poco, te incorporaste de nuevo hacia mí, me tocaste el cuello y me comentaste lo bien que me quedaba mi nuevo corte de pelo; casi llego al orgasmo al sentirte en mi cuello, empecé a temer un desmayo idiota por mi parte.
Llegó el descanso en aquellas interminables y cansinas conferencias. Me agarraste por la cintura para presentarme a un compañero al que, lógicamente, ya ni recuerdo y me dirigiste una mirada cálida desde esos ojos marrones que me obnubilan.
Y no pude más, cariño, te solté a bocajarro lo que llevaba ya dos meses guardándome sólo para mí. Te di todo el poder, te entegué gratuitamente mis besos de fantasía y mis caricias en sueños, te puse en bandeja mis sentimientos.
Y ahora estoy aquí, esperándote en el Venecia y leyendo mil veces tu mensaje en mi móvil: “Yo también, a las cinco en el bar de abajo de tu casa”.