martes, marzo 28

BLASFEMIAS
A veces, cuando el sentimiento de vacío me golpea de improviso, siento la necesidad de revivirte, busco tus rasgos en mi frágil memoria y me sorprendo al no poder colocar tu boca en su lugar, no soy capaz ya de recordar exactamente el color de tus ojos, ni puedo dibujar tu perfil en mi pensamiento. Entonces me asomo a la ventana y te llamo, con un susurro que apenas yo oigo, con una desesperación llena de ansiedad que hace crecer algo en el pecho que me ahoga.
Así, asomada, con el frío dándome en la cara, invoco a los dioses de la noche para que te traigan a mi sueño, pido con insolencia unas horas junto a ti en el letargo de este destierro, exijo tu presencia porque creo que es justo. Pero no, nunca consigo soñarte, hay noches en las que te cruzas por mi mente como una paseante más, como una extra de mala película de espionaje, sin mirarme siquiera; entonces intento gritarte, pero no se oye mi voz y el sueño se convierte en pesadilla de alcohol mal digerido, en horrible historia de nadas y vacíos, la persecución es inútil porque siempre te escapas.
Son esas noches las que me abofetean con la realidad fría y distante, son esas noches las que me gritan que ni siquiera los dioses nocturnos pueden ayudarme, y acabo odiando el sueño y blasfemando.

viernes, marzo 24

¿QUÉ NOS ESTÁ PASANDO?
Nueve de cada diez mujeres cambiarían al menos un aspecto de su físico, sobre todo el peso.
Dos de cada tres renuncian a ir a la playa, comprar ropa o hacer ejercicio por no sentirse a gusto con su imagen.
Estrella Digital/Efe Madrid
El 88 por ciento de las mujeres adultas (entre 18 y los 64 años de edad) y el 92 por ciento de las adolescentes (entre 15 y 17 años de edad) quieren cambiar al menos un aspecto de su físico, sobre todo su peso corporal, según un estudio internacional de la marca de cosmética Dove. Además, el estudio 'Superando los estereotipos de belleza para las generaciones actuales y futuras', realizado a 3.300 mujeres de 15 a 64 años, ha revelado que dos de cada tres mujeres (64%) y el 72% de las adolescentes llegan a evitar ciertas actividades cuando no se sienten a gusto con su aspecto. Entre estas ocupaciones, se encuentran aquéllas en las que se requiere mostrar el cuerpo, como ir a la playa, comprar ropa o hacer ejercicio físico, aunque esta actitud también afecta a actividades cotidianas como expresar sus propias opiniones (20% de las adolescentes), asistir a clase (16% de las adolescentes) o incluso visitar al médico (13% de todas las mujeres de entre 15 y 64 años). Además, el 14% de las mujeres y el 19% de las adolescentes muestran niveles bajos de autoestima, el 9% de las mujeres y el 13% de las adolescentes desconocen que padecen un desorden alimenticio, y una de cada cuatro mujeres y adolescentes reconocen que se someterían a una intervención de cirugía plástica. En este sentido, la doctora Susie Orbach, miembro del Departamento de Sociología de la Escuela de Economía de Londres y colaboradora del estudio internacional Dove, opina que los resultados "son alarmantes".

miércoles, marzo 22

EL SILENCIO SE OYE
El silencio se oye, se siente, se interpreta, se vive. El silencio dice tanto que, en sí mismo, es un lenguaje. Tantas connotaciones diferentes para la ausencia de palabra; tantos significados que varían según el contexto; tantos sentimientos encontrados provocados por la falta de sonido. Cada silencio nos hace llegar su mensaje.
- El silencio de la complicidad y los afectos: nos miramos y nos entendemos, la palabra rompería un acto de comunicación tan perfecto; es un silencio que te llena, que te trata bien, que te mima. Es el silencio de quien habla sinceramente con la mirada, de quien tiene ojos limpios y alma alegre.
- El silencio en el ascensor: terrible momento que intentamos llenar sin éxito con palabras vanas y vacías; es el silencio del desconocimiento, casi de la desconfianza; es un silencio que zumba en los oídos mientras los ojos siguen ávidos los numeritos de los pisos y te maldices por no vivir en el primero.
- El silencio de la repulsa y la exclusión: éste es el doloroso; es el que te expulsa, el que atruena tus oídos, el que te hace mirar a todos lados en busca de ruido, el que te escupe a la cara que estás fuera de lugar. Si no te hablo, desapareces, no eres nadie. Es el silencio que el patriarcado y sus seguidores han usado durante siglos para acallar a las mujeres. Es el silencio del poder hacia los subordinados. Es el silencio transformado en castigo. Es el silencio de todos aquellos que han querido acabar con las ideas, no con la fuerza del razonamiento, sino con la fuerza del olvido. Es el silencio que quieren muchos que suframos las mujeres. Por eso, porque hay diferentes silencios, hay diferentes miradas y diferentes sentires:
-Al silencio de la complicidad, mi mirada cómplice.
-Al silencio del afecto, mi sonrisa franca.
-Al silencio del ascensor, mi mejor educación y el piso en venta.
-Al silencio del castigo patriarcal, mi grito, mis ideas y yo misma.

domingo, marzo 19

LA COBARDÍA DE LOS HOMBRES

JOSÉ SARAMAGO

De Extremadura nos llega el buen ejemplo. Ya no son sólo mujeres quienes salen a la plaza pública protestando contra los malos tratos que sufren a manos de maridos y compañeros (compañeros, qué triste ironía ésta), y que, en tantos casos, además de esta fría y deliberada tortura, no retroceden ante el asesinato, el estrangulamiento, la puñalada, la degollación, el ácido, el fuego. La violencia ejercida desde siempre sobre la mujer encuentra en la cárcel en que se transforma el lugar de cohabitación (neguémonos a llamarle hogar), el espacio por excelencia para la humillación diaria, para la paliza habitual, para la crueldad como método. Es el problema de las mujeres, se decía, y eso no es verdad. El problema es de los hombres, del egoísmo de los hombres, del enfermizo sentimiento posesivo de los hombres, de la bajeza de los hombres, de esa miserable cobardía que los autoriza a usar la fuerza bruta contra un ser más débil físicamente y al que antes se le ha reducido la capacidad de resistencia moral. El ejemplo de Extremadura fructificará. Y tal vez llegue el día en que cien mil hombres, sólo hombres, nada más que hombres, salgan en manifestación a las calles, mientras las mujeres, ahora sí compañeras, desde las aceras les lanzarán flores. Es un sueño. Puede no ser una utopía.

El texto tiene ya tres años, pero creo que nunca está de más rescatarlo.

martes, marzo 14

NO NACÍ EN LESBOS
Ya me pasó a los quince años, fue un día de lluvia y viento, uno de esos días en que todo el mundo tiene cara de pocos amigos. Yo ya llevaba un par de horas en aquella habitación de hospital intentando hace caso a las historias de mi abuela, era la cuarta vez en tres meses que la pobre mujer tenía que ingresar por sus problemas de estómago. Sucedió en medio de uno de los miles de bostezos que yo ya llevaba; apareció de repente con un termómetro en una mano y una bandejita en la otra. Me pareció maravillosa, se me cortó el bostezo y la respiración, Dios mío, qué visión tan espectacular; qué aparición milagrosa; qué...que me sorprendí a mí misma con la boca abierta como un pez y me puse colorada hasta el nacimiento de las orejas. La seguí con la mirada, la hubiera seguido con todo mi cuerpo pero no estaría bien visto. Se movía con seguridad, sabía de sobra lo que tenía que hacer en cada momento, terminó en un minuto y yo empecé a sentirme desolada porque sabía que se iría de la habitación en un santiamén. Antes de abrir la puerta para irse, me miró y sonrió; casi me caigo de espaldas, el corazón empezó a latirme como si se fuera a salir de paseo, las piernas me temblaron y el estómago empezó a picarme. ¿Qué me pasaba? ¿Por qué mi cuerpo había reaccionado de aquella manera? No lo sé, pero me quedé a acompañar a mi abuela toda la noche esperando que aquella deidad volviera a aparecer. No sucedió, el turno había cambiado y en su lugar vino un anodino y malencarado enfermero al que odié desde el primer momento.
Recuerdo que comenté con una amiga mía muy sabidilla lo que me había ocurrido; también me acuerdo de aquellas palabras que me soltó con la boca muy abierta:
- Ah, hija, qué asco, eres lesbiana, tortillera, bollera...
Inmediatamente se dio media vuelta y hasta hoy no he vuelto a hablar con ella. Me dejó anonadada, no tenía ni idea que podía ser tantas cosas sólo porque me hubiera trastocado aquella estupenda mujer. Busqué “lesbiana” por el diccionario y leí “ lesbio; natural de Lesbos, perteneciente a esta isla”, no seguí leyendo porque claramente yo no era lesbiana, yo había nacido en León.
Me olvidé de aquel suceso y en muchos años no volví a sentir aquel terremoto en mi cuerpo. No puedo negar, de todas formas, que de vez en cuando me sorprendía mirando fijamente para alguna mujer especialmente llamativa. Una vez, me pasé toda una tarde en un banco frente al cruce en el que se encontraba una guardia municipal dirigiendo el maremagnum de tráfico. Empecé a pensar que a mí lo que realmente me exaltaban eran los uniformes, pero comprendí que no era así al observar a la bedela del instituto y su enorme perímetro; ella también llevaba uniforme y no me inspiraba nada más que miedo.
Me concentré en los estudios y sólo al terminar la carrera recordé los efectos de la enfermera sobre mí; esta vez no fue alguien con uniforme, sino una chica de mi edad que me asaltó en plena calle y con un desparpajo y humor envidiable me soltó a bocajarro que yo le gustaba. No supe qué decir y sólo se me ocurrió invitarla a tomar un café. Ella no bebía café, pero en su casa, me dijo, tenía unos helados riquísimos. La acompañé y nunca me arrepentí de comer aquellos helados. Aquello sí que era comer, aquello sí que era recorrer a alguien y descubrir nuevas sensaciones, aquello sí que era el no va más.
Pasé dos meses inolvidables, dedicada en cuerpo y alma a una sola actividad: hacer el amor con aquella mujer. Me gustaba todo de ella, su pelo, su cara, sus ojos risueños, su mueca irónica, sus grandes pechos, sus piernas esbeltas, su entrepierna cálida, vamos que me gustaba todo.
Y pasaron los años, y pasaron los amores, y pasaron las mujeres, y pasó la juventud. Y ahora, a punto de entrar en los cuarenta, me acuerdo de aquella enfermera y aún se me altera el pulso; sé que ando buscándola en cada mujer que conozco, algo me dice que acabaré encontrándola de nuevo y podré devolverle la avalancha de sensaciones que ella me regaló.
Mientras tanto, ya no tengo que ir al diccionario; soy lesbiana aunque haya nacido en León y disfruto de ello todo lo que puedo; eso sí, de vez en cuando me permito el lujo de mandar a mi amante que se vista de enfermera mientras yo me hago la enferma.

domingo, marzo 12

RENOVACIÓN
Vamos diciendo adiós al invierno; los peores fríos ya han pasado y los días empiezan a crecer un poco. La loca primavera se avecina. Un año más hemos salido del frío.

sábado, marzo 11

ME MIMETIZO
Me mimetizo, me adapto, me hago invisible, me asimilo, me escondo, me confundo; pero cuidado...sigo ahí.

jueves, marzo 9


AY, LA PRENSA
No era el día del periodista, vaya que no; primero nos queda la duda de los peregrinos ¿qué?, vale que vengan de muchos sitios pero ¿qué?, que sí, que sí, que hay mucha devoción por el Santo; es tanta la devoción que hasta los decapitados asisten a la romería, que digo yo que si será para ver si la cabeza les vuelve al sitio. Ay, la prensa.

miércoles, marzo 8

PARA TODAS NOSOTRAS
Porque nos lo merecemos, porque luchamos y seguiremos luchando por una sociedad más justa; porque me apetece felicitarnos el día a todas las que estamos en la brecha. Que este 8 de marzo sea un día perfecto, que cada día estén más cerca todos nuestros deseos.

lunes, marzo 6

EVOLUCIÓN
Cuando hablamos de evolución, 20.000 años no son nada. Ahora entiendo lo de la Iglesia Católica.

domingo, marzo 5

ENCANTO
Queda mucho por hacer, este 8 de marzo sigamos reivindicando.

miércoles, marzo 1

EN LA CUERDA FLOJA
No muevan mucho esto que me mato; como siempre en la cuerda floja. Me recuerda esto a la película "Match point", en tan sólo un segundo se decide la vida para un lado o para otro. Ganar o perder depende del azar, la suerte, el destino o lo que sea. Toca arriba o toca abajo, la vida es así.