Llevo ya muchos años yendo a la misma peluquería, pero nunca disfruté tanto del sitio como de unos meses para acá. Era marzo cuando, por primera vez, me lavó ella la cabeza; debía tener unos diecinueve años, alta, de melenita lisa tirando a color castaño y, sobre todo, con un divertido gesto de picardía en su cara de niña.
Me llamó la atención la lentitud con que llevaba a cabo el lavado, el ritmo acompasado de los dedos siguiendo siempre un orden relajante y, a la vez, excitante, consiguiendo con aquellos masajes jabonosos un perfecto equilibrio de reposo y placer que me hacía cerrar los ojos y suspirar hacia dentro.
Siempre era la misma agradable rutina: agua tibia, tirando a fresca, champú, masaje, agua templada, crema, masaje y tormenta final para el aclarado. Después yo me levantaba, ella me sonreía, me dirigía algún comentario ingenioso y me dejaba en manos de su padre, mi peluquero. Así fue durante los once meses que llevo sin faltar a la cita.
Pero ayer fue diferente, era lunes a las cuatro de la tarde, no había nadie cuando llegué sin haber pedido hora, sólo estábamos ella y yo. Noté cómo demoraba sus manos en mis hombros al ponerme la bata del lavado, cómo sonreía aún más maliciosa que en otras ocasiones, cómo dejó caer su brazo alrededor de mi cintura al acompañarme a la sala y cómo, con voz risueña, me explicó que su padre aún tardaría un poco y que tenía mucho tiempo para lavarme la cabeza.
Yo asentí y me dejé hacer, me resultaba placentera la idea de dejarme llevar por aquella criatura veinte años más joven que yo.
Comenzó su tarea como siempre, quizá yendo todavía más lenta, mientras tarareaba la canción del hilo musical. Aclaró mi pelo y se puso a masajearme el cuero cabelludo, primero por la frente, con suavidad, y luego por la nuca. Me dio un respingo, la nuca siempre ha sido uno de mis puntos débiles. Ella siguió tocando por el cuello, yo cerré los ojos mientras se me aceleraba la respiración; introdujo una mano por mi escote y, sin darme tiempo a reaccionar o quizá sí me lo dio pero yo no quise, abarcó uno de mis pechos con su palma suave. Me temblaron las piernas y se me escapó un jadeo, justo cuando una llave sonó en la puerta principal. Retiró tranquilamente su mano y procedió a secarme la cabeza como si nada hubiera ocurrido.
Saludó a su padre y me dejó en sus manos, me abandonó con un guiño cómplice que acentuó aún más mi nerviosismo.
A partir de ahí ya todo fue igual que siempre hasta que, al recoger mi abrigo, ella se acercó y me susurró acariciante en el oído: “Mañana no trabajo y tengo tu dirección en la ficha”. Me reí y, al pagar, entre los billetes, dejé escrito un mañana a las cinco.
Y ese mañana es hoy. Y son las cuatro y media. Y he limpiado la casa. Y he puesto sábanas nuevas de tacto acariciante. Y creo que hoy, aunque sólo sea hoy, no me aplastan los años. Y sonrío con gesto pícaro mientras vigilo el reloj y doy los últimos retoques a mi peinado reciente.
Mi voz, mi decisión
Hace 6 meses
7 comentarios:
Ojalá y todo salga como tu lo has planeado y que se el comienzo de una bonita relación.
Un abrazo
gracias, nerim, pero sólo es un relato, la chica que a mí me lava el pelo cuando voy a la pelu ni me mira, ajjajaaa. Pero sus masajes en la cabeza me encantan, todo hay que decirlo.
Hija, qué inspiración la tuya. Y qué bien te ha quedado este relato, no me extraña que a nerim le haya parecido real como la vida misma.
Se acaba de perder mi comentario. Bueno, decía que eso, que mi imaginación me traicionó,como dice mármara, el relato es tan real que mi cabecita se fué por los cerros de ubeda.
Un abrazo a las dos y una buena entrada de año 2007. Felicidades.
Ays, qué bonito Marcela...con lo que a mi me gustan esos masajes cuando me lavan el pelo... vaya inspiración y ¡ qué pena que no sea real!! un besazo y espero que nos veamos por el 2007.
A todas os deseo un año 2007 plagado de amores y caricias. Besos, por si acaso habrá que ir más la pelu, jajjaaa.
Madre mía, claro que no había leído el relato, si es que data de diciembre de 2006... En aquel entonces yo llevaba justo 2 meses viviendo en Vigo y acababa de abrir mi primer (otro) blog.
:)
Pero a ti todavía no te había descubierto.
Me ha gustado el relatillo, Marcela. Y lo dicho: no creo que la chica se molestara por haberlo inspirado.
besos
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