Ohnenick propuso un cadáver exquisito, un experimento literario en grupo y empezó así:
"Vive en aguas dulces y cálidas, se introduce en el cuerpo humano a través de la nariz y comienza a devorar el cerebro de su víctima hasta provocarle la muerte. El aumento de las muertes por culpa del Naegleria fowleri,un parásito microscópico y, hasta el momento, raro, está alarmando a las autoridades sanitarias estadounidenses. En el último año, el parásito ha matado a seis niños y jóvenes en Estados Unidos."
Desde luego, era bastante improbable que hubiera estado expuesta, si podíamos exceptuar los chapuzones veraniegos en la piscina comunitaria. El agua de la piscina estaba cristalina y el socorrista, un muchacho musculoso y siempre dispuesto, solía repasar minuciosamente cada milímetro de los azulejos con un pequeño cepillo por las tardes. En el pantano o el río jamás. Sólo probó una vez a bañarse en el río, si es un río esa balsa alargada que bordea los pueblos cercanos, porque los ríos son corrientes de agua, y ese agua no corre, como nada de por aquí. Tuvo que ser en la piscina, sí, no hay otra manera. Seguro que esa infantil manía suya de dar volteretas dentro del agua le facilitó el camino, le dió el impulso necesario para subir sin esfuerzo por sus fosas nasales y alojarse en el cerebro. Porque desde que leyó la noticia a una columna en la sección de curiosidades científicas del periódico, tuvo claro que era eso lo que le pasaba: tenía una ameba viviendo en su cerebro.
Blasfuemia recogió el relevo y siguió escribiendo:
Yo me tenía por una persona con arrojo, no es que no me asustara, aún me recuerdan los gritos que di en la última reunión de vecinos, en el garaje, cuando unas cucarachas hicieron su aparición (a saber si tenían alguna propuesta que aportar a la comunidad..). Pero eso eran cosas sin importancia, en las grandes cosas jamás tenía miedo. Esa ausencia de temor era lo que me daba la libertad de hacer lo que me viniera en gana, de hecho.
Pero lo de la ameba me tenía inesperadamente atemorizada, hasta el punto de que me pasaba el tiempo tumbada, por temor a que con el movimiento la ameba taladrara aún más mi cerebro. Pero lo cierto es que había algo de esta situación que me encantaba: Lola estaba realmente preocupada por mí. Normalmente no soportaría este estado vegetativo, dejando que sean los demás quienes resuelven. Pero si los demás son Lola, entonces es otra cosa, entonces prefiero alimentar esa sensación de debilidad, de dejarme proteger.
.- He estado investigando sobre la ameba esa, Najwa Nimri.. dijo Lola con una sonrisa
.- Naegleria Fowleri, Lola, Naegleria Fowleri Y no me hagas reír que me cuesta mucho hacerlo sin moverme.. –le contesté.
Marcela se apunta a un bombardeo y lo continúa:
No moverme, no moverme, no moverme ¿pero cómo no me voy a mover cuando veo cómo Lola se me acerca para preguntarme cómo me va la ameba? ¿cómo aguantar las manos para no tocar ese pecho que se me echa encima con tanta frescura?
No moverme, no moverme, no dar a la ameba comida, no moverme, no dejarla penetrar más en mi cerebro, no mirar a Lola, no buscarle los pechos, no tentar a la suerte ni a mí misma.
No moverme, no moverme, no moverme, que la ameba se vaya de puro aburrimiento, pero que se quede Lola, cuidándome, protegiéndome de la ameba del agua, inclinándose sobre mí para acariciarme. No moverme, ay.
Y le paso el turno a...quien diga Blas, que ya tenía a alguien pensado cuando me metí yo en medio. And the winner is: tachán, tachán...Erranteeeeeeeee.
Mi voz, mi decisión
Hace 6 meses
9 comentarios:
Ayyyyyyy, Marcela, me pillas con algo de prisa (mañana comienzo mi larga semana santa) y no tengo tiempo de participar en tu propuesta. Me parece súper interesante, os he leído y espero continuar haciéndolo con la siguiente.
Un besito
Y de tanto no moverme, de tanto ver la vida pasar a mi alrededor mientras Lola seguía con su vida y la ameba se adueñaba de la mía, me fui quedando fría, en un estado vegetativo que jamás antes había imaginado...
Lola me acariciaba, se ocupaba de mí, me besaba, me hacía la vida agradable si es que a aquel estado se le podía llamar realmente vida y entonces, empecé a pensar que quizás era hora de arriesgarse y de pactar con la ameba: ella me prestaba algo de mi propia vida y yo le dejaba, a cambio, campar a sus anchas por el resto, digamos que era un trato parecido al que hacemos con el banco...
jajajaj... pues edita, ya puedes poner a quién... a errante... ;)
Jajajajaja, vaya derroteros va cogiendo esto...
A ver si errante se da por aludida.
joder
anda que...
yo ser ameba carajotera envidiosona de Lola, ¡a por Lola!, que me deje libre a la chica...
voy siguiendo el cadaver... besitos
Aunque para ello tendré que moverme voy a seguir el rastro de la ameba y del cadaver. un besazo
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