miércoles, enero 23

Paciencia feminista

La gran Mª José Urruzola dijo una vez que la clave de la victoria feminista era la paciencia revolucionaria; ay, qué razón tenía, nuestra querida Mª José, pero ...
¡¡Qué difícil es no perder la paciencia siendo feminista!!
Sí, es difícil, pero es que ni siquiera me refiero a todas las injusticias que, como feministas, vemos y nos hacemos conscientes; no, ni siquiera me refiero a perder la paciencia por tener que estar siempre partiendo de cero, explicando y explicando lo mismo una y otra vez; tampoco, aunque parezca increíble, me estoy refiriendo a la paciencia necesaria ante tanto chiste asqueroso, tanta presentación en power point casposa y tanta serie de televisión infumable.
No, me refiero a una paciencia más cotidiana, más del día a día en el trabajo. Esa paciencia que pierdo ante cómo asume alguna gente el trato con una feminista. No es el mismo trato cuando no saben de qué vas, es más, en ese primer momento de desconocimiento nadie saca el tema de la igualdad; pero en cuanto saben que eres feminista, que te dedicas a la educación en la igualdad, que eres consciente de las desigualdades de género y que tienes conciencia en el tema, todo el mundo se cree en el derecho de hacerte saber su opinión, cuando tú no se la has pedido ni te interesa especialmente.
Son situaciones del siguiente tipo:
Oficina, nueve de la mañana, necesitas algo de un compañero y te acercas educadamente a él:
- ¿Podrías mandarme por email el documento que discutimos ayer, por favor?
- ¡Vaya, vaya! Así que necesitas que un hombre te ayude ¿eh? ¿Dónde se quedó el feminismo, compañera? Eh, pero no pongas esa cara, mujer, que es una broma, vaya cómo sois, es que no se puede ni ser agradable con vosotras, joer.
Y tú te vas a tu sitio con ganas de sacar la sierra eléctrica y “podar” alguna cabeza que otra, pero te contienes; claro que esa contención no te libra de la fama que ya te acaban de colgar de borde y asquerosa para las bromas; ya estás fichada, ya has encajado con su esquema de feminista poco dada al compañerismo.
Hay otros casos que me hacen perder la paciencia y que suceden tan a menudo que estoy por iniciar un sistemático trabajo de investigación sobre los procesos mentales que llevan a un varón a hacer el ridículo de tal manera; de hecho es un caso que me ha pasado hace pocos días y al que todavía le doy vueltas.
Llama por teléfono un asesor de un centro al que conozco, preguntaba por mi compañero de trabajo. Le digo que, en ese momento, no está, que llame más tarde. Él me da un recado con su número de móvil y para despedirme me espeta:
- Bueno, pues ahora voy a hacer la compra, que en mi casa, apunta, que sí que hay igualdad, en realidad manda mi mujer ¿no vas a hacer nada para denunciar que soy discriminado?
No dije nada, colgué y por dentro dije de todo: “Imbécil, tonto el haba, cacho carne con ojos, qué carajo me importa a mí lo que pasa en tu casa, encefalograma plano, que como feminista lucho por lo social, no por tu casa que me importa tres pitos; ignorante, fraude social, que vendes una puta compra como si fuera el hecho heroico del siglo; bobo de baba, qué lanzallamas me sale de los ojos, qué tentación de ponerlos en ridículo delante de todo el mundo, qué pena de corrección política.”
Hay otros casos, pero son menos sangrantes, son todos los comentarios que te hacen pensando que te interesan a todas las horas del día, por ejemplo: ¿Sabías que en Qatar las mujeres tienen un índice de lectura mayor que en el resto del mundo? Y tú que estabas a lo tuyo, concentrada con los últimos datos que te han pasado en tu trabajo nuevo, pues escuchas “Qatar” y le quitas la “Q”, le pones una “C” y no comprendes qué tienen que ver las vacas con la lectura (“catar” en asturiano significa “ordeñar”). También está quien, en un intento de que tú veas lo bien que tiene asumido el tema y la preocupación que muestra por el mismo, te pasa el último documento de trescientas páginas, que encontró en internet, simplemente haciendo una búsqueda acrítica, y piensa que te vas a desmayar de la ilusión y que vas a dejar todo lo que tengas delante por ponerte a leer, cual posesa, un documento al que ni siquiera le ha echado una ojeada quien te lo pasa.
Luego, están los que, en cuanto oyen algo sobre el género, se ponen el disfraz de guerrero, el de romano en el circo de los leones e inicia, por su cuenta, una guerra de sexos repleta de tópicos y de ignorancia. Éste tipo de personaje suele abordarte en cualquier momento, con la menos excusa, y además suele hacerlo públicamente, como retándote a un duelo de sexos público que te ponga en tu sitio; suele echar mano a temas como: Los hombres también son maltratados, la ley contra la violencia de género discrimina a los hombres, la mujer tiene mucho más poder del que dice, qué más se puede pedir, lo que queremos es que ellos queden esclavizados, eso era antes, pero hoy en día ya no pasa, muchas denuncias de malos tratos son mentira y van en contra de los hombres, los hombres quieren a sus hijos, pero las mujeres se los quitan cuando se separan, etc. Un ataque en toda regla que espera, por quien lo lanza, que respondas para intentar humillarte y seguir agrediéndote públicamente; una guerra que desgasta y no lleva a ninguna parte, un enfrentamiento que agota pero no aporta, una batalla de la que vale más huir y retirarse, no entrar a estos trapos, porque su objetivo no es la clarificación de conceptos, sino la agresión a una ideología feminista.
Y, seguro, que se me olvida algún tipo de personaje de esos que encontramos a diario, de esos con los que trabajamos hora tras hora mientras nuestro instinto de bruja, internamente, echa mano de todos los maleficios que a través de nuestra genealogía de mujeres nos han llegado de manera inconsciente.
Ah, y ya ni cuento, los encuentros con los que se llaman feministas, eso quizá otro día.
Un saludo lleno de paciencia.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué razón amiga, cuanta irritación. A mi casi siempre me resbalan esos comentarios, pero por dentro... escuecen

Luna Carmesi dijo...

Mas que un desfogue antifeminista... veo un amargo sarcasmo hacia lo que tú representas... No tengo datos suficientes, es cierto, pero describes algunas situaciones que rayan lo descortés y la grosería.
Que tu ideario, o tu militancia no implica que alguien te pueda ceder el paso (por poner un ejemplo) o que te ayude físicamente con determinado paquete... Están confundiendo el tocino con la velocidad me temo, quizás no teniendo ganas de asimilar algo que no debería ser ‘extraño’ como es tu manera de pensar.
Describes situaciones y personajillos que tienen ‘tatuado’ quien eres y como piensas... lo cual ... en fin... parece que les sobra en su reboce personal de conciencia disecada.
A mi que me cedan el paso o me ayuden en algo físico no existiendo recochineo me parece correcto, de igual forma que presentarme a alguien en un ambiente laboral no representa que tenga que dar y recibir besos... Aunque igual eso seria ya otra entrada.
Saludos.

Mari Triqui dijo...

Un saludo lleno de comprensión, Marcela!

No sé... supongo que están confundidos... a veces tengo la impresión de que sólo las mujeres hemos evolucionado...

Por otra parte, hay personas que no entienden que cuando no hay nada significante que decir... mejor no hablar...(no digo más).

Un abrazo!

Unknown dijo...

Te entiendo amiga. Grrrrrr! Besos.

Anónimo dijo...

ahhhhhhhhhhhh!!!

aquí al otro lado del globo me pasa lo mismo!!!!!!!!!

ser feminista en Chile....ni te cuento....

cualquier cosa que pasa es por culpa de la presidentA

Anónimo dijo...

los latinos son peores!

Blasfuemia dijo...

Ay, me da un poco de no sé qué contestar, porque yo no me considero feminista. Militante al menos. Me rallan las injusticias, y eso pasa porque muchas veces se me pueda considerar feminista, pero las etiquetas y sobre todo (sorry) las militancias me dan un poco de miedo porque creo que ciegan. De todas formas, por lo que veo, en tu caso ciega más a algunos seres que te rodean, que no se qué es peor.

errante dijo...

Yo que soy muy borde en el trabajo, (cosa que me permiten), y que también sé cosas que otros no saben hacerlas aún (me estoy explicando mal, pero espero que me entiendas), aprovecho esas impertinencias pseudoigualitarias en ámbitos tales como el trabajo diario, para endosarle el trabajo más tedioso al osado gracioso de turno. Supongo que no es la mejor manera de hacerles entender algunas cosas, pero te aseguro que hay temas que no se tocan, y menos aún con gracejo. Por su paz laboral y por la mía vital. Supongo que no seré un ejemplo a seguir, pero me importa poco porque así no oigo cosas que no quiero.

Marcela dijo...

Errante, eso mismo me pasaba a mí en el anterior trabajo, lo que pasa que en el nuevo tengo que volver a hacerme el sitio; eso sí, sé que lo conseguiré.
Blasfuemia, el post era para todas, nos etiquetemos o no; yo sí me etiqueto porque ser feminista es inherente a ser yo; pero comprendo lo que escribes, muchas mujeres huyen del término porque se ha atacado tanto que tiene mala fama.
Bellatroz, me imagino en Chile, lo viví en México y en Argentina; pero mucha fuerzaa, compañera.
Estefanía, jajajjaa, ese grrrr me sonó totalmente solidario.
Glora, es cierto que muchos están confundidos y no encuentran su sitio, sobre todo ante mujeres que se salen de los esquemas que han aprendido, pero es que ya estamos en el XXI, ya es hora de que aprendan ¿no? Porque los que han aprendido están muy contentos.
Luna, efectivamente confunden cosas y además caen en la mala educación, pero pasa.
Sardanina, cuánto gusto volver a leerte por aquí, un beso enorme, espero tomarme un café traquilamente en cuanto podamos ¿vale?

Anónimo dijo...

¿Tan mal estás en tu nuevo trabajo?

Mármara dijo...

Diome un cascanciu, que ye más que gómitu, leer la retafila de babayaes que aguantas ahí donde estás ahora, que más no me pudo dar.
Pero, bueno, como bien dices, es cuestión de tiempo, de que te hagas el sitio, que te lo harás, más temprano que tarde. Ahora bien, hasta entonces, que las diosas te conserven la paciencia, y el humor.

Marcela dijo...

Siempre anónima, no estoy mal en mi nuevo trabajo, tranquila, es más me encuentro muy bien y con mucho que hacer por delante. Lo que me ocurre por ser activista, me ha ocurrido también en anteriores sitios, es cuestión de ir haciéndose un sitio y de ir educando a la gente en este tema, en eso estoy y sé que irá todo bien.
Marmarita, el humor no lo pierdo casi nunca, ya lo sabes; de todas formas, tenías que ver mi primer año en el anterior trabajo, y luego fue muy buena la evolución; estoy acostumbrada, pero quería compartirlo en el blog, por si alguna tenía ejemplos parecidos.

Anónimo dijo...

Y lo difícil, por no decir imposible, de no entrar al trapo, oye, que empiezan a decir sandez tras sandez y está complicado morderse la lengua aun sabiendo que son causas perdidas los sujetos de marras.

¿Y qué me dices de las mujeres que alegremente dicen eso de "yo no soy feminista, soy femenina"? ¿Ehhhhhhh?