miércoles, marzo 22

EL SILENCIO SE OYE
El silencio se oye, se siente, se interpreta, se vive. El silencio dice tanto que, en sí mismo, es un lenguaje. Tantas connotaciones diferentes para la ausencia de palabra; tantos significados que varían según el contexto; tantos sentimientos encontrados provocados por la falta de sonido. Cada silencio nos hace llegar su mensaje.
- El silencio de la complicidad y los afectos: nos miramos y nos entendemos, la palabra rompería un acto de comunicación tan perfecto; es un silencio que te llena, que te trata bien, que te mima. Es el silencio de quien habla sinceramente con la mirada, de quien tiene ojos limpios y alma alegre.
- El silencio en el ascensor: terrible momento que intentamos llenar sin éxito con palabras vanas y vacías; es el silencio del desconocimiento, casi de la desconfianza; es un silencio que zumba en los oídos mientras los ojos siguen ávidos los numeritos de los pisos y te maldices por no vivir en el primero.
- El silencio de la repulsa y la exclusión: éste es el doloroso; es el que te expulsa, el que atruena tus oídos, el que te hace mirar a todos lados en busca de ruido, el que te escupe a la cara que estás fuera de lugar. Si no te hablo, desapareces, no eres nadie. Es el silencio que el patriarcado y sus seguidores han usado durante siglos para acallar a las mujeres. Es el silencio del poder hacia los subordinados. Es el silencio transformado en castigo. Es el silencio de todos aquellos que han querido acabar con las ideas, no con la fuerza del razonamiento, sino con la fuerza del olvido. Es el silencio que quieren muchos que suframos las mujeres. Por eso, porque hay diferentes silencios, hay diferentes miradas y diferentes sentires:
-Al silencio de la complicidad, mi mirada cómplice.
-Al silencio del afecto, mi sonrisa franca.
-Al silencio del ascensor, mi mejor educación y el piso en venta.
-Al silencio del castigo patriarcal, mi grito, mis ideas y yo misma.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es que el silencio está vivo.