Hace un tiempo, Marmarita y yo ganamos un trofeo de golf del que la blogosfera (tan querida) se dio el gusto de burlarse: que si el vaso de la minipimer, que no que el vaso del robot de cocina, que si que feo, que si que mierda para ser un trofeo.
De aquella, me quedó dentro el ansia de "venganza" y no olvidé (no soy rencorosa, noooo) tal afrenta cuando yo exultaba felicidad por los cuatro costados.
Tal fue así, que me dije que la próxima vez que ganara un campeonato os ibais todas a acordar de vuestras mofas.
Pues bien, al finalizar este verano, por primera vez en mi vida, jugué un campeonato de golf individual, es decir, sin la ayuda de Marmarita. Eso sí, las dos jugamos juntinas, que para eso somos amiguinas del alma, aunque cada una con su puntuación. Bien, pues hete aquí que tuve un día florido e iluminado en el noble arte de darle hostias a una bola con un palo y quedé tercera de tan famoso campeonato ( no lo conoce ni el club que lo organiza).
Y cuál no fue mi sorpresa cuando supe que me correspondía un premio en material de golf y ¡¡¡¡UN TROFEO!!!!. Ahora sí, Marcelinda, ahora se tragarán sus palabras esa panda de blogueras envidiosas e insolidarias.
No pude recoger el trofeo en la entrega oficial, así que me dirigí rauda al club al día siguiente y me quedé ojiplática perdida al ver el horror que recibía. Es el trofeo más feo, feo, feo que he visto en mi vida. La virgen de la Portalina (patrona del pueblo aledaño al club y a la que nunca había oído nombrar) en porcelana pintada de gris metalizado. Más feo que pegar a un padre, os lo juro.
Me pensé mucho si exponer a escarnio público mi recién conseguido triunfo y, quince días después, o sea hoy, me atrevo a enseñaros lo que, sin duda, dejará en el olvido al vaso de la minipimer.
Ya podéis empezar a reiros, ya, que lo entiendo.
Seguir adelante...
Hace 5 años