Leyendo a Faralilla, me acordé de un episodio que me pasó hace unos años en un viaje a Israel.
Os cuento. Tú vas a Israel y te encuentras en todos los lados a parroquias españolas enteras rezando por las esquinas. Quienes no vamos con ánimo religioso, asistimos con alucine a tal cantidad de rezos, curas, monjas (¿se acostarán juntitas?) y crucifijos andantes, vamos que sólo falta María Ostiz con su guitarra.
Bien, resulta que una de las excursiones era al Lago Tiberiades y, claro, cómo no apuntarse al lugar donde nació el surf (os recuerdo que allí, Jesús se marcó un paseíto por encima del agua). Al llegar hacía un calor de esos que te derriten hasta el cierre del sujetador. Ni una gota de aire, un lago sin movimiento y sin nada alrededor que llame la atención, una piedra donde Jesús se sentó (y la gente creyéndolo), un bareto cerrado y el hotel en medio de la nada. Ante tal cantidad de estímulos turísticos, bajamos a cenar muy temprano y nos encontramos rodeadas de personal "joven" del obispado de Huelva, con su obispo y todo. Nada más sentarnos, empezaron a hablarnos y nos dijeron que si queríamos ir a una oración que harían en el centro del lago (en barco, claro, que no está para probar eso de andar sobre las aguas) a las doce de la noche.
A mi acompañante se le iluminaron los ojos: "Vamos, vamos, Marcelilla, que fui a colegio de monjas y me sé todas las canciones y todas las oraciones"; y yo: "Que no, tía, que era lo que me faltaba, que yo fui al público y paso".
Total, que me vi hablando con el señor obispo para pedirle permiso para ir: "Hola, obispo, que somos de Asturias y queríamos ir a la oración esa en medio del lago, pero que sepa que soy atea, lesbiana y anticlerical". Ante esta presentación nunca esperé que nos dijera que sí, pero los milagros existen y allá que nos fuimos.
Alabaré, alabaré...ya están pisando nuestros pies...aleluya, aleluya...en la orilla he dejado mi barca (coño, entonces ¿en qué vamos?), y así todo el viajecito y mi colega a voz en grito todas las canciones y haciendo amigas entre las beatas.
Rezos (que no me sé), rosarios (que desconozco) y hasta fotos con el obispo (que yo también estoy en una, ayyyy mi ateísmo que se resiente).
Y yo, mirando al agua, a ver si por fin daba con el misterio del caminar sobre las aguas y mirando a todas aquellas personas que fervorosamente creían en algo que yo no veía. Qué experiencia, por las diosas, qué experiencia.