Toda la tarde de ayer y la mañana de hoy me las he pasado con un hombre...nooooo, no, no me ha dado una fiebre hetero ni nada parecido, simplemente he tenido en casa al hombre que me estaba poniendo puertas nuevas al armario empotrado de mi habitación.
Hace ya mucho tiempo que había quitado las horrorosas puertas que tenía el armario cuando compré la casa, unos enormes espejos que me asustaban todas las mañanas cuando me levantaba y que, además, por las noches reflejaban las luces de la calle y me daban mal rollo.
Es decir, que hace mucho que mi armario lucía camisas y jerseys al aire, sin importarme un pimiento quién lo viera y en qué circunstancia ( o sea, tú estás abrazada muy acarameladita en la cama y, de repente, tu chica de ese momento se queda absorta en el armario: "Ay, marce, qué camisa más guay esa de color verde ¿me la dejarás, maja?").
Y mientras el buen hombre trabajaba (era bueno, porque al barrer se llevó más mierda de la que tiró él y no se inmutó ni nada, muy bueno, sí señor), a mí me dio por pensar que quizá cuando salí del armario lo hice tan a lo bruto que rompí las puertas y que luego necesité un tiempo para airear el armario de mi vida, para que entrara luz, para que el aire se convirtiera en respirable, para que se fueran las telarañas de años anteriores...y pensé que, ahora, a día de hoy, ponía puertas nuevas, renovaba mi bollería porque ya puedo cerrar alguna puerta, porque ya no me da claustrofobia cerrar mi armario, porque ya sólo queda dentro mi ropa, yo ya salí y estoy libre.
Pd: el detalle de la escalera le da un toque chic a mi casa, jajajajaaaa. Al fondo, mi sitio de estudio y ordenador.