Esta semana pasada he renunciado a mi actual trabajo, a partir del 1 de septiembre vuelvo a ser lo que siempre fui y lo que quiero ser: profesora de instituto. Ni el sueldo, ni las influencias, ni el posible "estatus" que mi actual puesto conllevan merecen ni cinco minutos de mi infelicidad.
Porque, como dicen mis amigas, soy una "felizona de la vida", he renunciado a seguir siendo infeliz y veo en el futuro días llenos de adolescencia, de risas, de agobios, de correcciones, de aulas, de satisfacciones,...me veo feliz, en una palabra, porque ser profesora es de las mejores cosas que me ha pasado en esta vida.
Y quiero terminar con un refrán que dice mi padre, ya aviso que no es precisamente el colmo del buen gusto, pero refleja perfectamente una filosofía de vida que yo abrazo sin dudar: "Quien no tiene el culo arrendado, puede cagar donde quiera".
PD: soy consciente del privilegio que supone poder decidir dejar un trabajo porque tengo otro esperando, mucha gente no puede optar; a esa gente le dedico este post.