jueves, diciembre 28

LA APRENDIZ DE PELUQUERA

Llevo ya muchos años yendo a la misma peluquería, pero nunca disfruté tanto del sitio como de unos meses para acá. Era marzo cuando, por primera vez, me lavó ella la cabeza; debía tener unos diecinueve años, alta, de melenita lisa tirando a color castaño y, sobre todo, con un divertido gesto de picardía en su cara de niña.
Me llamó la atención la lentitud con que llevaba a cabo el lavado, el ritmo acompasado de los dedos siguiendo siempre un orden relajante y, a la vez, excitante, consiguiendo con aquellos masajes jabonosos un perfecto equilibrio de reposo y placer que me hacía cerrar los ojos y suspirar hacia dentro.
Siempre era la misma agradable rutina: agua tibia, tirando a fresca, champú, masaje, agua templada, crema, masaje y tormenta final para el aclarado. Después yo me levantaba, ella me sonreía, me dirigía algún comentario ingenioso y me dejaba en manos de su padre, mi peluquero. Así fue durante los once meses que llevo sin faltar a la cita.
Pero ayer fue diferente, era lunes a las cuatro de la tarde, no había nadie cuando llegué sin haber pedido hora, sólo estábamos ella y yo. Noté cómo demoraba sus manos en mis hombros al ponerme la bata del lavado, cómo sonreía aún más maliciosa que en otras ocasiones, cómo dejó caer su brazo alrededor de mi cintura al acompañarme a la sala y cómo, con voz risueña, me explicó que su padre aún tardaría un poco y que tenía mucho tiempo para lavarme la cabeza.
Yo asentí y me dejé hacer, me resultaba placentera la idea de dejarme llevar por aquella criatura veinte años más joven que yo.
Comenzó su tarea como siempre, quizá yendo todavía más lenta, mientras tarareaba la canción del hilo musical. Aclaró mi pelo y se puso a masajearme el cuero cabelludo, primero por la frente, con suavidad, y luego por la nuca. Me dio un respingo, la nuca siempre ha sido uno de mis puntos débiles. Ella siguió tocando por el cuello, yo cerré los ojos mientras se me aceleraba la respiración; introdujo una mano por mi escote y, sin darme tiempo a reaccionar o quizá sí me lo dio pero yo no quise, abarcó uno de mis pechos con su palma suave. Me temblaron las piernas y se me escapó un jadeo, justo cuando una llave sonó en la puerta principal. Retiró tranquilamente su mano y procedió a secarme la cabeza como si nada hubiera ocurrido.
Saludó a su padre y me dejó en sus manos, me abandonó con un guiño cómplice que acentuó aún más mi nerviosismo.
A partir de ahí ya todo fue igual que siempre hasta que, al recoger mi abrigo, ella se acercó y me susurró acariciante en el oído: “Mañana no trabajo y tengo tu dirección en la ficha”. Me reí y, al pagar, entre los billetes, dejé escrito un mañana a las cinco.
Y ese mañana es hoy. Y son las cuatro y media. Y he limpiado la casa. Y he puesto sábanas nuevas de tacto acariciante. Y creo que hoy, aunque sólo sea hoy, no me aplastan los años. Y sonrío con gesto pícaro mientras vigilo el reloj y doy los últimos retoques a mi peinado reciente.


domingo, diciembre 24

ESTA NOCHE ES ...

Pues sí, y alguna estará esperando que eche pestes por esta boca contra la navidad, pues no, no lo haré, pero...¿por qué? Pues porque para mí celebración elijo una navidad alternativa, una navidad más variada, más moderna, más feminista y más lésbica...cada persona para uso personal adapta las cosas como le da la gana, oye.

Así que, corta y perezosa (cada una es como es), me propongo "montar un belén" monoparental, como veis en la ilustración. María ha decidido tener una hija, Chusina, por su cuenta y se ha buscado la vida para ello, además quiso tenerla en una cuadra para reivindicar la vuelta a lo natural, que se está perdiendo mucho. José, que es muy amigo de ella, le dijo que él pasaba del tema de familia, colegios, dientes de leche y demás contratiempos, que se iba con su novio por ahí y que volvería para ayudarla con la mudanza cuando se fuera del portal.

El buey y la mula no tienen gran protagonismo en la historia, vamos que están contratados de extras. Las "Reinas de Oriente", que ni son monárquicas ni nada, que es que así se llama su grupo musical, que siempre fueron de la panda de María, van hacia la cuadra para echar una mano y, de paso, llevarle unas cosillas que compraron en el mercadillo para la nena. Van un poco disgustadas porque Baltasara no ha dejado de tirar los tejos a todas las pastorcillas que se ha encontrado en el camino y Gaspara y Melchora ya están mayores para esas tonterías, dicen ellas.

Por cierto, las pastorcillas se han ido a celebrar el nacimiento a un bar de ambiente que hay a un par de manzanas de la cuadra, han organizado para el evento una kedada con las panaderas, las angelitas, las molineras, las lavanderas y demás currantas de los portales tradicionales. Lo están pasando de miedo, más de una pareja se formará hoy en la kedada belenística.

Y ya, para rematar, comentaros que María se ha negado a seguir el camino que le han indicado y que ha decidido tomar las riendas del poder y se va a presentar a diosa en cuanto haya elecciones. Yo, desde luego, la votaré.

Así que: feliz noche, cada una con la versión que haya elegido.

miércoles, diciembre 20



LA MEMORIA DE LOS PECES

Los peces sólo tienen tres segundos de memoria, si tardan tres segundos en dar una vuelta a la pecera es como si se hubieran visto por primera vez... Esta es la idea que uno de los personajes de la película repite varias veces para compararla con lo que sucede con el amor, que olvidamos el dolor de un desamor en cuanto nos enamoramos de nuevo; como los peces, el amor tiene poca, casi nula memoria.

Película irlandesa, dirigida por la directora Liz Gill: Cuando Clara (Fiona O'Shaughnessy) descubre a su novio besando a Isolde (Fiona Glascott), se produce una reacción en cadena de romances, corazones rotos y relaciones tortuosas. Cada personaje trata de buscar el significado de "una relación perfecta". Mientras unos se casan y otros se separan, algunos solo comparten una semana juntos… En lo único en lo que todos están de acuerdo y los une es que no se puede vivir sin amor. Explorando la naturaleza de las relaciones hetero, gay y bisexual, "La memoria de los peces" nos da algunas pistas en tono de comedia de lo que nos rodea, lo que deseamos y los que nos da miedo aceptar en nuestras vidas.

Divertida película con guiños al público de todas las opciones sexuales, os la recomiendo, a mí me divirtió mucho.

viernes, diciembre 15

EL ÁRBOL DE NAVIDAD
Escuché ayer una historia sobre los árboles de Navidad que me encantó: el adornar los árboles es una costumbre pagana propia de los druidas. Se adornaban los árboles en invierno, cuando no tenían hojas ni frutos y era para recordar al propio árbol que en primavera tenía que volver a estar "adornado" de vida. Era una manera de honrar a los árboles, de cuidarlos y de invocar la vuelta de la energía en meses posteriores.
Me gustó la idea de cuidar los árboles, siempre he pensado que tenían alma y que, de alguna manera, nos observaban. Creo que me influyó en esas ideas el vivir, los cuatro primeros años de mi vida, en casa de mi abuela y mi abuelo en el monte. Los bosques tienen una vida muy particular, llena de duendes, trasgos, xanas y espíritus. Este año, voy a adornar un árbol, pero creo que elegiré uno en la naturaleza y le llevaré alguna cosa como regalo. Será mi celebración de cambio de año.

domingo, diciembre 10

ADICTA AL DESCANSO

Llevo una semana de descanso, sin trabajar, sin despertadores, sin agenda, sin emails, sin ordenador; con largas horas de sueño, con películas agradables, con paseos y paisajes, con viajes, con pandilla, con charlas interminables, con músicas y fiestas, con ganas de seguir así.

No soy adicta al trabajo, lo reconozco, sé vivir estupendamente con todo el día libre, me muevo encantada sin relojes ni prisas, me mejora hasta el cutis y el humor.

Soy adicta al descanso.

Pero mañana es lunes de una semana muy diferente. Mañana toca trabajar ¿Quién fue el idiota que dijo que el trabajo dignifica?

domingo, diciembre 3

RELACIONES FUGACES
No te conocía de nada, nunca antes te había visto. Te sentaste a mi lado, preguntando si estaba libre la butaca. Al verte, estuve dispuesta a decirte que estaba libre aunque fuera mentira, pero no hizo falta mentir porque había decidido ir sola a aquella interesante charla.
Te acomodaste, al quitarte el abrigo me tocaste, te volviste a mí y, con una sonrisa cautivadora, me pediste disculpas.
Para mí, ya no hubo charla. Mi mente se puso a viajar y me vi cogiéndote la mano, sintiendo tu contacto cálido. Me imaginé que tú me querías, que te inclinabas sobre mí con la boca entreabierta y me dabas un largo y húmedo beso. Casi fui capaz de sentirte en mis labios, por un momento incluso creí que la punta de tu lengua me recorría. Seguí pensándote mientras te veía de reojo escribiendo concentrada en la conferencia. Me permití salir contigo al pasillo, te llevé a mi casa y, nada más cerrar la puerta, me entregué a una frenética fiesta de pieles olores, sabores y ángulos. Te recorrí entera, te acaricié la cara, fui viajando por tu cuello, abarqué tus pechos con mis manos y, al fin, me adentré en ti provocándote un placer profundo y duradero.
Al oír los aplausos, supe que no jaleaban mi proeza sexual, sino que llegaba el momento de nuestra despedida. La charla había acabado, me sonreíste y te fuiste.
Y yo me quedé allí, haciéndome consciente de lo poco que me duran las relaciones y, sobre todo, mascando mi resquemor contra ti porque, bonita, en nuestra historia a mí no me dio tiempo al orgasmo.